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Para nosotros, todo ello debía de tener como fondo el mar.

Una lámina de hormigón cubre el ámbito y se pliega en diferentes lados para acoger los aseos públicos accesibles desde el paseo marítimo y el equipamiento hostelero.

Esta lámina plegada se convierte en una alfombra que recoge actividades y espacios verdes sobre la misma.

Los parterres se disponen en dirección al mar de modo que aporten cambios en la percepción del lugar con el tiempo. Se dispersan por la plaza anexa.

El equipamiento (cafetería/bar y aseos privados para los usuarios) debía también acogerse a esa norma autoimpuesta, de modo que el fondo siempre sea el mismo.

Un solo un paño cerrado (el pliegue) con un hueco  para contemplar desde el interior “La Peñona” de interés para la localidad y, el resto del cerramiento, vidrio para mirar al mar junto a la fuente y el parque proyectados.

Es un espacio para descansar  y contemplar el mar, incluso en invierno.

Una fuente cuyo agua resbala hacia el interior del pliegue es protagonista del parque y un punto de anclaje con el ámbito, de modo que se relaciona el agua no contenida o “salvaje” del mar con el agua controlada de la fuente.